lunes, 30 de marzo de 2020







por: Marisa Garza

Asistir a un concierto es una de las mejores experiencias que se puede vivir para todo amante de la música, el lugar se llena y la energía del público se empieza a sentir, el murmullo se va convirtiendo en grito, en porras, en oe oe oe. Vemos el ir y venir de personas en el escenario, haciendo señas al ingeniero, benditos sean, que gracias ellos hacen estremecer con un sonido potente; prueban luces, se conectan los últimos cables, las bocinas ya están colgadas, los cuerpos de  seguridad hacen vaya entre el escenario y el publico, los chicos de las cervezas entre la gente con su cubeta al brazo, la emoción de saber que dentro minutos vas a escuchar a tu banda, por la que pagaste un boleto, hiciste fila, faltaste al trabajo, te hiciste la pinta, le robaste dinero a tu mamá, hiciste lo que tuviste que hacer por ese boleto que te da un lugar en la gloria.



Los técnicos corren para dejar el escenario, las luces se van, unos segundos de necesaria oscuridad y silencio para el orgásmico momento en que las luces regresan y suena el primer acorde del set list, No sé si los músicos son consientes del poder del primer acorde, del primer disparo, tal vez empezarían con lo mejor, con el hit, no importa que lo canten al final de nuevo, sus seguidores lo agradecerán, gritas, con ese grito lanzas la gratitud de verlos, el deseo concedido de verlos tocar, de sentir como dejan el alma cantando, no hay, no existe aún una grabación que se compare a un concierto en vivo, ni un archivo de spotify, ni un cd, ni un vinil que te de la descarga de adrenalina que hace que valga la pena, las filas, la espera, los baños portariles, la pizza fría que te venden, los pisotones, los esguinces, el celular perdido, los canasteos, todo eso y más, por cantar tus canciones favoritas con el montón de amigos que fueron juntos o ahí se encontraron, entrelazar los brazos, cantar y brincar juntos, es algo que haríamos más si la economía y las responsabilidades lo permitieran.



Lo que nos sucede en un concierto es sencillo, la música  nos llena de  DOPAMINA que nos hace sentir EUFORIA y sumada a la adrenalina nos da felicidad, la misma que sentimos al comer nuestra comida favorita, o cuando haces ejercicio, o tienes una buena sesión de sexo, es por eso que  tu cerebro experimenta placer cuando escuchas la canción que más te gusta en vivo. Lo que genera adicción, te han dicho, pero si ya los viste, para que vas otra vez, esa es la razón por la cual los veríamos tantas veces como fueran posibles. 

Nuestro cerebro todo el tiempo busca comparaciones, esa sensación que una canción te transporte, es esa, Cuando Guns N’ Roses, tocaba “Sweet Child O’ Mine” en el Foro Sol a pesar que  las pantallas estaban llenas de contenido visual, no pude evitar cerrar los ojos, sentir en mi cuerpo la sensación del primer concierto al que asistí, tengo catorce años, traigo una camisa de cuadros rojos y negros amarrada a la cintura, y eso es gracias a mi cerebro en plena asociación visual. (Gracias cerebro) además un rasgo humano es el Mimetismo, esa reacción que te hace bostezar y cuando ves bostezar a otra persona, si la música logra un animo de alegría en algunos asistentes  inevitablemente se contagiaran los demás.  Asistir a un concierto de tu banda favorita es una forma muy eficaz de desestresarse, que la música siga haciéndonos plenos y felices.

¿Cuál ha sido el mejor concierto al que has asistido? ¿Y qué edad tenías? 


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