miércoles, 28 de junio de 2023

Rayuela, hoy se cumple su 60 aniversario.




Rayuela es un libro transgresor, la primera edición apareció en junio de 1963, es una novela y tambiénun juego de palabras que puede leerse de diversas maneras, ya sea siguiendo las pautas del autor, o de manera lineal.
La lectura lineal de Rayuela cuenta la historia de Horacio Oliveira, un hombre metafísico que conoce a la Maga en París. Juntos exploran las calles de la capital francesa, los puentes, los boulevares y los café que van cobrando un significado propio, llenos de recuerdos y de aventuras delirantes. De vuelta en Argentina se reencontrará con su ciudad, trata de olvidar su vida pasada mientras trabaja en un circo y en un manicomio.
El capítulo 68 el autor lleva el lenguaje hasta el límite; inventa un lenguaje compartido por dos amante pero que sin embargo es comprensible, su musicalidad nos deja entender la escena sin comprender las palabras.





 Hoy te dejamos 10 frases de "Rayuela"


Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos.


Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Música, melancólico alimento para los que vivimos de amor.

Me miras, de cerca me miras, cada vez mas de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez mas de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes.

La vida se vive a sí misma, nos guste o no.

Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las anillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente su orfelunios.

Cómo cansa ser todo el tiempo uno mismo. Irremisiblemente. 

Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, las esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. 

Todo lo que se escribe en estos tiempos y que vale la pena leer está orientado hacia la nostalgia. 


Pero lo malo del sueño no es el sueño. Lo malo es eso que llaman despertarse... 




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